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23 de Marzo de 2011

Discurso del Ministro Obregón en la sede de la Academia Costarricense de la Lengua

Por una de esas bromas aparentes del destino, me encuentro hoy aquí, en mi condición de Ministro de Cultura, asistiendo a la entrega de un apropiado edificio a la Academia Costarricense de la Lengua.

Y digo que tiene algo de ironía, porque debería ser otra persona que represente con mayor propiedad, no solamente el duro batallar por conseguir una casa para sede de la Academia, sino también el más alto grado de cultura de nuestro país.

Entonces pienso que, de alguna manera, estoy suplantando -a no ser por mi representación oficial- a un esclarecido ciudadano, primer Ministro de Cultura, quien tiene muchos años de estar peleando por lograr esta realidad que hoy estamos celebrando.

Pero además, porque él es un máximo representante de todo lo que podemos entender en este país por cultura y por dignidad en la defensa de la libre expresión del pensamiento, temas ambos íntimamente ligados al idioma que nos comunica y nos permite pensar.

Como comprenderán, me refiero a D. Alberto Cañas Escalante. Y en él, reconozco también la preocupación de los académicos actuales y de quienes les precedieron, porque este es un esfuerzo de muchísimos años por obtener, para esta Academia, una sede digna de todo lo que representa y significa.

La academia platónica en sus tres o cinco versiones, duró novecientos años, hasta que fue clausurada por el emperador Justiniano en el año 529 D.C. A partir de aquel momento, comenzaron a florecer academias en occidente, de ciencias naturales, de filosofía, de artes, de música y de historia, de geografía y desde luego, de las lenguas.

Como las matemáticas las consideró Platón la base del conocimiento científico, ordenó escribir en su Academia, sobre la puerta de entrada, el lema que rezaba: “Nadie entre sin saber geometría”.

Hoy, como vivimos en un mundo donde apreciamos el irrespeto a los derechos y libertades de los pueblos y en el cual gran parte de los gobernantes tienen poca preocupación por la educación para los jóvenes, podríamos pedir, a todas las academias del mundo, que sobre sus puertas de entrada, escriban el siguiente lema: “Nadie entre sin conocer los principios y objetivos de la democracia”.

Y es que los académicos interesados por la gramática, la sintaxis y la relevancia de las palabras, en nuestros tiempos, deberían agudizar esa preocupación por encontrar el significado exacto de los vocablos paz, libertad, justicia y solidaridad, términos cuyo concepto se nos va perdiendo en un mundo confuso en donde el pragmatismo de lo material ha desplazado, en proporciones mayores, el espíritu culto y la razón que explica y orienta.

Manuel Obregón López
Ministro de Cultura y Juventud
Inauguración Academia Costarricense de la Lengua