16 de Noviembre de 2011
El grupo está a dos días de su despedida y se vuelve necesario repasar sus huellas. El corazón del grupo no está: Fidel Gamboa; volver a él y a los logros de esta agrupación es retratar la historia.
Doce años de trabajo, un trabajo intenso y extenso llegarán a su final en dos días. Cuando sea viernes 18 de noviembre, Malpaís dará por cerrada su vida tras la muerte de Fidel Gamboa, el pasado 28 de agosto. Sin él, no hay grupo.
Con un concierto en el Estadio Nacional, acabará entonces una travesía que comenzó en 1999 sabiendo solo que era una aventura. No tenía sueños de grandeza ni aspiraciones mediáticas ni, mucho menos, maquiavélicas estrategias para dominar el mundo.
Aún así y sin quererlo, conquistó ventas, premios y, especialmente, encantó a varias generaciones de una forma que nadie –ni siquiera los miembros de Malpaís ni sus colaboradores– logró predecir y menos explicar.
Malpaís se metió en el imaginario del colectivo. Logró hacer un puente de fácil tránsito entre letras poéticas y canción popular. Correrías de la pampa guanacasteca –muchas de ellas escritas por los hermanos Fidel y Jaime Gamboa– se traslaparon al diario vivir de alguien que lo mismo podía ser de Guanacaste o de Puntarenas, de Heredia, Cartago, Alajuela, Limón o San José.
Sin importar edad o lugar de procedencia, más de uno siente que tiene a La Chola entre su familia o un Boceto para Esperanza por ahí guardado; alguno se ve retratado por Como un pájaro o se vuelve un pícaro como el del El portoncito.
“Fueron muchas cosas. Creo que sus letras eran diferentes, como poemas, y eso tocó el corazón de la gente”. Así contestó Luciano Capelli, colaborador de Malpaís y cerebro de Papaya Music –sello y casa del grupo–, a la pregunta de cuál fue la fórmula de Malpaís, qué lo hizo exitoso.
Y hay historia tras las letra. “Fidel empezó a componer con cierto enfoque nacional y yo a escribir poemas con una orientación parecida, llevado, en parte, por la corriente que él estaba creando. Esa corriente era hablar de nosotros, pero no desde el folclor institucional, aburrido, sino desde el punto de vista personal, desde la experiencia de ser ticos, guanacastecos y seres humanos”, dijo Jaime Gamboa, bajista y letrista y hermano de Fidel.
Así llegaron grandes canciones. “Cuando hicimos el primer lote de canciones de Malpaís, Fidel tenía un montón de música sin letra, como Abril, Boceto para Esperanza y Tras el ventanal, y yo, por mi parte, un montón de letras sin músicas; poemas como La Chola y Epitafio. Juntamos lo de ambos”, detalló.
Muy natural. Es que no hubo fórmula. Esa es una de las grandes anécdotas del grupo.
“Internamente, nosotros hablábamos del fenómeno de Malpaís, pero no nos veíamos dentro de ese fenómeno. ¿Por qué van los adultos a vernos? ¿Por qué van los jóvenes a vernos? No lo sabíamos ¿Por qué le gusta a todo el mundo? No hubo ninguna fórmula ni siquiera para difundir la música. No planeamos nada para que eso pasara”, recuerda Carlos Tapado Vargas, percusionista y baterista de Malpaís.
“Todavía me acuerdo del primer concierto que dimos en la antigua Aduana (2005), en que nos preguntábamos: ‘Pero, ¿de dónde salió toda esta gente?’ Jamás lo esperamos”, recuerda Vargas.
Quedó pendiente un trío que armarían Tapado Vargas y Gamboa. No tenía nombre aún; le llamaban Proyecto F.
Si hay algo fundamental en la historia de Malpaís fue su nacimiento. “Todos estábamos en Malpaís por Fidel, por la música de Fidel, porque creíamos en su música y nos encantaba tocar la música de él. Ninguno de nosotros era indispensable, solo Fidel. Por eso, Malpaís se tiene que acabar, porque Malpaís era Fidel. Siempre lo tuve clarísimo; el proyecto empezó por la música de Fidel. Desde hacía 20 años atrás Iván (Rodríguez) y yo adorábamos la música que Fidel hacía”, aseguró Tapado.
En el anecdotario de Malpaís hay hechos memorables. A Fidel nunca le gustó el título de líder, pero lo era y aún más.
“Fidel no era solo el líder de Malpaís, Fidel era la razón de ser del grupo”, puntualizó Capelli en la misma conversación en la que participó Tapado Vargas.
Malpaís se atrevió a hacer cosas que pocos se arriesgaron. Un día 10 de julio del 2007 dieron rienda suelta a Malpaís en el circo, reproduciendo un espectáculo en aquel contexto y fue un concierto inolvidable y atrevido para muchos fans.
“Esas eran ideas de Iván . Me acuerdo que, poco tiempo antes de empezar el concierto, estaban decidiendo de qué me vestían”, recordó Tapado Vargas entre risas. “Y no sabíamos cómo iba a reaccionar la gente, pero así éramos nosotros: le dábamos viaje a la idea sin preocuparnos si iba a llegar gente o no. Y siempre estaremos agradecidos por la reacción del público”
Tampoco olvidan lo vivido en zonas rurales. “Hubo un concierto en San Isidro (Pérez Zeledón) del que siempre me acuerdo. Era en un colegio y pensábamos: ‘No va a llegar nadie’. Y el lugar estaba lleno con chiquillos cantando de memoria las canciones de Malpaís. Fue muy impresionante”, agregó Vargas.
La fuerza. No se puede hablar de Malpaís sin recordar que tan solo dos años después de aquel primer concierto en la Aduana, cuya convocatoria los sorprendió, cuando recibieron un premio: certificación por altas ventas.
Sí, en el 2007, ese grupo que armaban los hermanos Fidel y Jaime Gamboa, el pianista Manuel Obregón, el violinista Iván Rodríguez, el percusionista Tapado Vargas, el baterista Gilberto Jarquín y Daniela Rodríguez en coros y voces secundarias, obtuvo un Disco de Platino por altísimas ventas del álbum Uno (15.179 copias) y dos Discos de Oro por la buena recepción que tuvieron las producciones Historias de Nadie y Malpaís en vivo.
Tampoco se podrá olvidar que tienen más de 62.000 seguidores en Facebook y que conquistaron llenazos como el concierto en la Plaza de la Democracia, lo cual hasta ahora no ha sido igualado. Aquella tarde-noche del 23 de mayo del 2009 se juntaron niños, jóvenes, adultos y abuelos, quienes resistieron la lluvia para participar en presentación del disco Un día lejano.
En el anecdotario de Malpaís quedará que su productividad era generosa. Sacaban un disco y quedaban temas suficientes como para armar otro.
Así les pasó cuando hicieron su debut con Uno. El material daba para dos álbumes, pero apenas empezaban y era riesgoso mandarse así en un mercado que, cuando se es independiente, cobra dura la tarea de publicar una obra fonográfica. Lo que no quedó en aquel álbum, así como temas nuevos que Fidel hacía a mares dieron pie para los siguientes discos del grupo.
Fue con aquel mar de canciones que brotaban con la misma fluidez que agua en fuente, que lo que iba a ser una bandita sonora para un documental para Visión Mundial terminó el año pasado convirtiéndose en un disco de importante contenido social: el Hay niños aquí.
En dos días, cuando Malpaís se despida definitivamente de los escenarios nacionales, porque Fidel Gamboa ya no está más y era su corazón y su razón de ser, lo hará con el hecho de que entre 2010 y 2011 dejó dos discos de un solo tiro: Hay niños aquí y el Volver a casa. El nuevo álbum será lanzado justo en esta gran despedida en el Estadio Nacional bautizada con el título de una canción del grupo: Más al norte del recuerdo.
Desde adentro del grupo, la única explicación para el fenómeno es que hicieron lo que les nació . El público supo conectarse con esa emoción y autenticidad.
“Había un poder en la música de Fidel. Su música tenía estrella, tenía un ángel; era un espíritu fortísimo de comunicación. Era una fuerza, ese es el misterio. Es la magia del arte y de la música, solo pasa y no se puede explicar”, concluyó Tapado Vargas.