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25 de Abril de 2012

Simbiosis; un abrazo entre el arte, la naturaleza y el alma

Parecía ser un día normal; trabajo, un par de mandados y en la tarde mi cita mensual con la psiquiatra para desahogarme un rato y que me recetara de nuevo mis “pastillas de la felicidad”.

El día cambió cuando me enteré que en el auditorio de la clínica, el Ministro Manuel Obregón y “Tapao” Vargas iban a presentar el espectáculo “Simbiosis”.

Esa presentación solo se puede definir como magistral. Obregón muestra en su trabajo que por sí solos los sonidos de la naturaleza son una perfecta sinfonía, la cual muchas veces nos negamos a escuchar y si a esos maravillosos sonidos le agregamos el talento de estos dos artistas es algo mágico.

Había dos opciones para mí, ver todo lo que el espectáculo también reflejaba con las bellas tomas de nuestro país o relajarse, cerrar los ojos y es cuchar esa maravillosa presentación. Yo opté por la segunda, aunque admito que muchas veces hice trampa para ver el espectacular video.

Tocará estar presente en dos, tres o hasta cuatro de estas presentaciones para ver si logro no abrir el ojo izquierdo o no cerrarlos del todo.

En esa “Simbiosis” es imposible no navegar entre la música y los sonidos, no se puede evitar pasar de convertirse en una ola que choca contra la arena a ser una hoja golpeada melódicamente por el viento. La experiencia es tal que en una hora y minutos que duró la presentación fui una de las gaviotas que volaba sobre las aguas, una de las ranas que iban fuertes y decididas por su camino una lapa que desprendía un sonido que se mesclaba perfectamente con el piano y las percusiones.

Estoy seguro de que esta presentación hubiera sido la medicina perfecta para los pacientes que estaban en la Clínica Bíblica, esperando para la cura de sus dolencias.

La música, la naturaleza y mi alma se abrazaron hoy.

Al final siempre tuve que llegar a mi casa a tomarme “la pastilla de la felicidad” porque un tratamiento médico no se puede suspender, aunque estoy seguro que esa felicidad llegó en forma de arte.

Definitivamente no necesitaba la felicidad encapsulada… al menos por esta noche.

Por Jorge Martínez Jiménez