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26 de Octubre de 2009

La música navega sin pasaporte

Una orquesta recorrerá el río Paraná para rescatar e integrar melodías autóctonas de Suramérica

Como si los europeos nunca hubieran llegado a América ni puesto fronteras políticas, un grupo de músicos experimentales preparan su carta de viaje para embarcarse en una aventura al son de los ritmos mas primigenios de Latinoamérica a lo largo de la cuenca del río Paraná, la segunda en importancia de Suramérica.

Son sólo 15 viajeros, pero en el camino los esperan más de 400 músicos dispuestos a constatar que los últimos 10.000 años no han pasado aún. Saldrán en una barca de las cataratas de Iguazú, y esperan llegar a los pueblos de la ribera del Paraná, donde los anfitriones los recibirán en embarcaciones para ver quien saca el primer instrumento. Y comenzarán los espectáculos musicales. La esencia del viaje no es otro que el encuentro con las melodías más autóctonas, ésas que ni siquiera conocen los mismos americanos, con la intención de interiorizarlas y dejar caminos abiertos.

La tripulación son los músicos de la Orquesta Río Infinito, un grupo decididamente medioambientalista que ha logrado más capacidad integradora que cualquiera de los proyectos políticos de los Gobiernos de la región. El capitán del barco es un pianista de sangre costarricense y gaditana, de tupida melena canosa hasta los hombros, que respeta tanto los conocimientos de una academia de música de Viena como la tradición de una familia nicaragüense que ha tocado la marimba durante 400 años. Manuel Obregón es de esas personas que cree en la integración no como un proyecto sino como una realidad que sólo necesita ser desvelada.

"Vamos más a escuchar la música regional de cada comunidad, que a mostrar un gran concierto. Queremos rescatar el carácter ritual y de celebración que tiene la música autóctona", advierte Obregón. A 18 días de embarcarse en una lancha acondicionada para navegar, el pianista predica que "hubo un continente totalmente articulado, con migraciones en todos los sentidos y razones para entender por qué el jazz tiene influencia caribeña y el country es tan semejante a los ritmos norteños mexicanos. Nuestra memoria genética lleva música sin fronteras". Por eso, insiste en que la orquesta no anda creando nada, sino sacando a flote manifestaciones culturales que han sobrevivido a los años, al comercio y a las aduanas. En la meta de estos navegantes están los ritmos guaraníes, el espíritu del chamamé, de la chacarera y de todas las músicas que encuentren en los 13 puertos del trayecto hasta llegar a la ciudad argentina de Rosario. "Aquí [Latinoamérica] hemos tenido muy poco intercambio, conocemos muy poco lo que pasa en todo el continente. Es por esto que queremos ir recogiendo experiencias más que haciendo grandes espectáculos. Los ríos se prestan para eso, como se hacía hace miles de años", explica Obregón en uno de los pocos ratos libres que le permite la organización de la gira acuática Cuando el río suena.

Pero Obregón es sólo uno más de los 15 tripulantes. Con él van percusionistas, algunos vocalistas y un tipo capaz de tocar 120 instrumentos originarios del antiplano andino. A partir de ahí, irán atracando en pueblos ribereños donde los esperarán desconocidos maestros del bandoleón, de la guitarra y de la voz. "Nuestra misión es dejar caminos abiertos, como ya lo hemos hecho anteriormente", agrega el pianista refiriéndose a las giras realizadas por cuencas como la del río San Juan, entre Costa Rica y Nicaragua.

Y lo seguirán haciendo. Les espera el río Orinoco, el Magdalena, el Amazonas y hasta el Misissipi, una evidencia de que para éstos músicos América no acaba en México. "Antes, los ríos eran la base de las migraciones antiguas, pero se han ido cerrando al tráfico de personas. Hay que recordar que los ríos son casi seres vivos, con su cultura, su naturaleza y sus dinámicas alrededor del agua", reflexiona Obregón, un ferviente creyente de que la música autóctona y la naturaleza sobreviven juntas o se destruyen juntas.

Este proyecto, sin embargo, necesita algo más que ríos para navegar e ilusión que los surque. Necesita financiación. La rentabilidad no puede ser más ajena y por eso la orquesta cuenta con el apoyo de la cooperación holandesa, ya que el viaje cuesta más de 200.000 dólares. Existen más patrocinadores interesados en esta aventura musical, pero los responsables saben de la imperiosa necesidad de mantener el proyecto al margen de los andamiajes políticos, aunque tengan como bandera la integración del continente. Ir por libre también tiene un precio.

 

Tomado de http://www.elpais.com/articulo/cultura/musica/