24 de Noviembre de 2009
En cientos de kilómetros recorridos por el cauce superior del río Paraná, la Orquesta del Río Infinito le va ganando la batalla a los obstáculos. Su música se ha encontrado tanto con la majestuosidad de las cataratas del Iguazú, como con las carencias de un barrio de pescadores
Ana María Parra A.
aparra@nacion.com
Bella Vista y Reconquista, Argentina. “Somos arrieros y en el camino andamos”, dice un dicho popular. Y aunque 15 músicos, entre ellos los ticos Manuel Obregón y Tapado Vargas (de Éditus), andan ahora más por el agua que por la tierra, la frase popular cae al pelo.
La gira Cuando el Río Suena de la Orquesta del Río Infinito va enfrentando una realidad, antes lejana y ajena, y en el medio de sortear obstáculos, va fraguando una hermandad con artistas populares y combativos de Argentina.
Es que no hay palabra más adecuada que “aventura”, para describir este andar por el cauce superior del río Paraná, desde que comenzó la gira, el 12 de noviembre y hasta la fecha. Sortear obstáculos ha sido el pan nuestro de cada día.
Sin tener que ser adivinos, ni pitonisas de Delfos, el equipo sabe bien que hasta el día que este recorrido termine, el 25 de noviembre en Rosario (Argentina), otras cosas saltaran en el camino.
No es ciencia exacta la que apadrina esta proyección a futuro, es solamente sabiduría popular de la que dice: “Si por la víspera se saca el día…”
El recorrido que partió de Puerto Iguazú, en la triple frontera Paraguay-Brasil-Argentina, está, sin haberlo planeado así, inmerso en un convulso acontecer de condiciones sociales, políticas y ecológicas.
Y quizás por eso, porque la gira está apadrinando la causa de cuidar las cuencas de los ríos, de defender el derecho a la vida y la persistencia cultural de los pueblos originarios –los guaraníes, por ejemplo– y defender la causa de hacer conciencia para detener las consecuencias de un voraz “progreso”, es que las fuerzas se oponen al rodar y navegar de estos 15 músicos y otro número igual de colaboradores y periodistas.
De cal y arena. La primera dificultad fue una baja en el equipo: con maletas listas y a punto de subir al avión en el aeropuerto internacional Juan Santamaría, en Costa Rica, Mohobuh Horau Flores, de Belice, no pudo viajar por falta de una visa que tiene que ver con el conflicto de la guerra entre Argentina e Inglaterra por las Islas Malvinas. Se quedaba entonces Cuando el Río Suena sin uno de sus integrantes más llamativos, porque él toca una batería de caparazones de tortuga.
Igual el ánimo no mermó, porque si era por cantidad y calidad la base se iba alimentando de camino. Durante el recorrido se fueron sumando otros músicos, como el argentino radicado en México, Carlos Porcel de Peralta, que alcanzó a la orquesta en El Álcazar y a lo largo del recorrido va siendo fundamental para convocar músicos para el concierto de cierre, el martes 24 de noviembre, en el puerto de La Fluvial, en Rosario.
Nagüel, como se le conoce por nombre artístico, va llamando en carretera cada vez que tiene señal para ajustar los detalles de aquella presentación.
Él coordina detalles para el “chivo”, mientras otros pasan las largas horas de viaje durmiendo para reponer el sueño perdido de un recorrido marcado por largas distancias; que 140 kilómetros de Corrientes Capital hacia Bella Vista; que 205 kilómetros de El Dorado a Posadas; que cinco horas, ocho horas y hasta más cortando agua encima de la lancha Marilyn.
En tierra, el 13 noviembre, las cataratas del Iguazú escucharon a los músicos de Costa Rica, Nicaragua, Panamá, Argentina, Chile, Ecuador, México y Paraguay.
En saltos como el Dos Hermanas, la Garganta del Diablo y otros, la orquesta tocó en formato reducido para ser grabada para un documental que realiza Atrox Fábrica de Imágenes.
Ese viernes 13 de noviembre hubo un regalo especial: un encuentro íntimo con la aldea Guaraní Yriapú.
Un coro de niñas guaraníes sorprendió a la orquesta con sus cantos ceremoniales; el chamán de la aldea hizo un ritual en el que entregó collares de protección para todo el equipo durante el viaje y se dio ahí la primera Carta de los Ríos.
Al día siguiente, el 14 de noviembre, fue el primer día de navegación y cayó una soberana tormenta. Se le veía venir cuando la embarcación pasaba frente a una fábrica papelera que ha provocado todo un movimiento en organizaciones civiles que la acusan de contaminar el Paraná. “Esta espuma que ven, no estaba antes en el río. Es de la papelera”, decía Joselo Schuap, cantautor popular que ha sido un enlace fundamental para que el Río Infinito llegue a cada puerto contemplado en la gira.
La tormenta llegó antes que la embarcación Marilyn a El Alcázar, donde el concierto sería en una plaza pública. ¿Tiró para atrás la orquesta? ¡De ninguna manera! Se armó el concierto en el restaurante del hotel que había albergado al equipo y, en honor a la verdad, fue un encuentro cálido al que asistieron los lugareños llevando hasta bocadillos para compartir.
Hubo que madrugar para al día siguiente, 15 de noviembre, montarse en la Marilyn y mandarse río arriba para llegar a San Ignacio. Ese día, con la tormenta tumbando árboles en el pueblo, quedó escrito en la bitácora de estos viajeros como la fecha de un gran susto: la lancha tuvo un incendio en el motor justo cuando se pasaba por Corpus. Oh extraña coincidencia: en esa zona hay un debate enorme por la futura construcción de una represa, y ha sido en ese mismo lugar donde los artistas urbanos que viajan en el bus-centro cultural ambulante, El Dino, han tenido accidentes similares cuando han ido a defender la posición de no a la represa.
El susto se pasó con buen humor; haciendo un chiste de nosotros mismos se armaron canciones mientras unos, con todo y los chalecos salvavidas, nos quedamos en la popa de la Marilyn y otros fueron trasladados al Hércules, un barco que por suerte estaba cerca. Cosa rara porque el Paraná, a pesar de su anchura, no lo navega prácticamente nadie.
De Misiones a Corrientes. San Ignacio fue un lugar que dio recompensas. En el concierto de esa noche se sumaron dos maestros, dos grandes figuras del folclor argentino y brasileño: Ramón Ayala y el acordeonista Luis Carlos Borges, respectivamente. Las dos grandes figuras del chamamé y la música tradicional embarcaron con la orquesta para llegar a Posadas, el día 16 de noviembre.
Fue en Posadas, capital de la provincia de Misiones, donde la Orquesta del Río Infinito tuvo su primera conferencia de prensa y fue recibida con batucada, zanqueros y miembros claves de varias organizaciones civiles.
Fue en Posadas también donde se conoció la primera de varias declaratorias de interés municipal y cultural para la gira.
Al dejar Posadas atrás, se sabía que el trayecto sería largo. Había que ir a la isla de Apipé Grande, cerca de Ituzaingó. Aquella travesía hacía un paraíso que la misma Argentina parece desconocer, tenía un momento doloroso: despedir lo que queda de la isla Yacyretá a la cual la crecida de las aguas la está borrando el mapa.
Y quizás por el momento doloroso, o bien, porque las palabras de despedida llamaban a restablecer el respeto a la Madre Naturaleza, una fuerte oleaje azotó a la Marilyn. El que no encontró en ese momento de donde agarrarse tuvo sus buenas sacudidas.
Después de pasar la exclusa, con sus gigantes compuertas de acero modificando a su antojo el nivel de las aguas del Paraná (abren una compuerta para que baje el agua retenida por la represa de Yacyretá para que la embarcación quede al nivel real del río) la orquesta se acercaba a Apipé Grande. Y ahí, de la nada, hubo otro desperfecto: le entró aire al motor. A punto de remolcarnos, una lancha patrullera de la Prefectura Naval Argentina –que ha seguido a la orquesta durante todo el viaje– estaba cambiando el rumbo de la nave cuando el motor volvió a la vida.
Prácticamente, la Marilyn se puso a todo gas, y como si fuera una dama elegante, siguió su camino.
Tras un concierto conmovedor en la isla de Apipé Grande, llegó al día siguiente el momento de partir a Corrientes Capital. Fue ese lugar el que dio a la orquesta y sus acompañantes una lección de vida: los pobladores del barrio San Pedro Pescador, una comunidad sedienta de música y que, en un encuentro cultural en la escuela del lugar, demostraron que a pesar de la desesperación de la veda –los pescadores llevan semanas varados por las crecidas del río– enfrenten la vida resolviendo sus problemas sin esperar ayuda del Gobierno.
De noche, en La Terraza del Chamamé, a la vera del Paraná, se cumplió con un concierto alegre, variopinto y lleno de aplausos.
Con aquella imagen de noche exitosa partió el Río Infinito por tierra hasta Bella Vista. Un fuerte aguacero impidió que se abordara a Marilyn pero como dice un chamamé que canta Joselo Schuap con la orquesta: “Dios te quita y Dios te da, y la música no para”
Tomado de http://www.nacion.com/viva/2009/noviembre/24/viva2169003.html